En torno al psicoanálisis, hacia la clínica ominosa del engaño.
Por José Carlos García Castillo
El presente texto surge de la inquietud por la búsqueda de una posible aproximación a una respuesta dentro de la teoría psicoanalítica que amplíe nuestro panorama en casos particularmente complejos de abuso sexual infantil, en dónde las declaraciones, indicios y pruebas aportadas por la parte acusadora poseen un contenido latente inconsistente que trasciende a lo tajante de las acusaciones de quién señala y cómo lo señala; en el contexto de que dicha denuncia apunta hacia un pariente cercano, especialmente hacia el padre; es real que las agresiones o abusos sexuales infantiles es un fenómeno social cada vez más cotidiano y terrible, por lo que hago la aclaración enfática y firme que el presente texto de ninguna manera pretende desacreditar la veracidad de quién(es) han sido víctimas de éste terrible delito.
Sin embargo, la experiencia también nos indica la existencia de falsas denuncias o inclusive denunciar a quién nada tiene que ver con los supuestos hechos, no en la búsqueda de la aplicación de la ley y la justicia, si no, de vengar un mal-estar, es por ello que también implica una problemática que no podemos pasar por alto pues son falsas denuncias que pueden llevar a gente inocente a la cárcel, el desconocimiento y falta de aplicación de la teoría psicoanalítica en el ámbito jurídico y forense del campo “psi”, no ha permitido un desarrollo y su utilización como una herramienta más del conocimiento de la conducta humana.
El texto está fundamentado en la teoría psicoanalítica, como se ha mencionado, tomando como elementos primordiales aspectos decla obra de Freud y de Winnicott, que nos permitiran establecer un eje direccional sobre la sexualidad infantil, las implicaciones de ésta con la posterior sexualidad adulta, la construcción del infans de los otros a partir de su propio cuerpo y el de la madre, lo denominado en psicoanálisis la relación de objeto, el papel de la pulsión no sólo de el infans, sino la de la madre, la fantasía y el fantaseo en el mundo interior-exterior del infans como
precursor de la realidad-irrealidad de la vida cotidiana y del mundo que el niño construye.
Estos son sólo algunos aspectos por articular en este texto, esto implica una complejidad, pero necesaria de abordar y abrir al mundo jurídico.
Para nuestros propósitos se decidió tomar análogamente una categoría del pathos medicus, nos referimos al Sindrome de Munchausen y su utilización corresponde al comparativo con nuestra propuesta del TRAUMA (FANTASÍA-FANTASEO) DE AGRESIÓN SEXUAL INFANTIL ESPURIO (TASIE).
TRAUMA EN LA TEORÍA PSICOANALÍTICA.
La teoría del trauma constituye una de las primeras consideraciones que Freud hace a lahora de situar la etiología de las neurosis en lo general y en lo particular, en el caso de la histeria.
Hablar del trauma implica considerar dos requisitos: el primero, el momento en que éste ocurre, es decir, la escena traumática; el segundo momento, el tiempo en el que el recuerdo de dicha escena puede provocar un efecto displacentero nuevo, el recuerdo de una representación. Para Freud son las representaciones sexuales las que tienen el poder de ocasionar un displacer nuevo derivado de los recuerdos; de éste modo, es en la infancia que el sujeto de manera pasiva o activa ha padecido la agresión en manos de un adulto, y es tras el paso del tiempo, como en la pubertad que la rememoración podrá tener un efecto nocivo.
Es la pubertad en el intervalo de los dos tiempos el momento que posibilita al sujeto una posible comprensión de lo sucedido.
Ésta particular temporalidad es lo que Freud denominó nachträglich, una especie de interpretación de un evento antiguo o a posteriori, pero que en el presente re- toma significación por el sufrimiento que en su momento implicó sobre todo en la dimensión del cuerpo, específicamente en lo sexual.
Freud, nos plantea en la teoría del trauma una modalidad en la que las palabras y el o los cuerpos se relacionan, una modalidad regulada por el síntoma: “ un estado psíquico se expresa mediante uno corporal” (sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos; Freud 1893). En el trauma sexual, en donde se conjugan las palabras y el cuerpo, Freud, nos indica en el texto de 1894 “acerca de las neuropsicosis de defensa”, como el sujeto se posibilita para debilitar la intensidad afectiva de una representación que provoca displacer, sin embargo, ésta operación implica “transponer a lo corporal”, en ésta concepción traumática las palabras se juegan en el cuerpo, a través de un síntoma construido articuladamente a un puente lingüístico.
Es por medio de la actualización del recuerdo que el sujeto pone en juego un determinado sintoma defensivo, elección siempre forzada, Freud, en un principio, atribuye ésta elección a la participación y posición del sujeto pasiva-activa en la escena traumática, posteriormente abandonará éste criterio situándose en la modalidad de satisfacción pulsional.
Freud, dará relevancia e importancia al momento en que sucede la escena traumática y otras veces al momento en el que se produce la acción defensiva inconsciente contra el reavivamiento en el recuerdo. Esta perspectiva dará lugar posteriormente a la concepción de la sexualidad infantil como elemento estructural.
En 1899 Freud, abandonará ésta línea e introduce en el problema de elección de síntoma, la consideración de lo que denomina predisposiciónes. Es decir, los puntos de fijación en los que la sexualidad infantil puede verse fijada o detenida y servir como punto de regresión ante las dificultades de la vida.
Freud, ahora pone el acento no sólo en el cuerpo ordenado en la articulación con el puente lingüístico, sino también en el cuerpo cómo elemento libidinal; junto a esto, comienza a caer la idea etiológica traumática como factor único desencadenante del síntoma y pasa a ser ocupado por el papel de las fantasías. Freud, sustituye al trauma por el infantilismo. En este marco del infantilismo sitúa a las fantasías, derivadas a partir de lo visto y oído por el infante, y unidas a la práctica al placer onanista del niño. Para Freud, éstas fantasías, en concreto la anterior escena traumática, es una defensa frente al recuerdo de la propia práctica sexual. Freud, desplaza la escena traumática, a favor de la fantasía, y sigue usando el mismo esquema del nachträglich.
El sujeto del inconsciente y la satisfacción se anudan, para Freud, las fantasías son el “representante psíquico reprimido de la pulsión”. Sin olvidar que Freud no abandonará definitivamente sus consideraciones sobre el trauma, en los años 20’s lo retoma en “más allá del principio del placer”.
LA FANTASÍA EN PSICOANÁLISIS
Cuenta Masud Khan, que pocos meses antes de la muerte de Winnicott, unos sacerdotes anglicanos le pidieron una orientación respecto de cómo diferenciar -de entre las personas que acudían a ellos- una problemática de fe, de una enfermedad psiquiátrica.
Winnicott hizo un largo silencio y les contestó: “Si una persona viene a hablarles y al escucharla ustedes sienten que los aburre, esa persona está enferma, y necesita tratamiento psiquiátrico. En cambio, si logra mantenerlos interesados, no importa lo grave que sea su desazón o su conflicto, podrán ayudarla.”
Esta respuesta impactó en su discípulo y lo impulsó a teorizar acerca del “aburrir” en tanto estrategia para hacer frente a la tensión interior. Dice Masud: “el paciente que aburre trata de mantener un control omnipotente de su realidad interior…sus relatos conforman un espacio petrificado en el que nada puede suceder…”
Este aburrir (boring), como la costumbre de fatigar a los demás, que Masud diferencia del aburrimiento (boredom), como el estado de tedio, hastío; está en íntima relación con lo que Winnicott denominó fantaseo: una expresión de negación de la realidad psíquica, operación mental compulsiva que mantiene “la animación suspendida”…
ESCENA DE SEDUCCIÓN Y FANTASÍA
En los comienzos de su experiencia clínica con neuróticos, Freud encontraba que todos ellos decían haber sufrido atentados sexuales en su infancia. Años más tarde descubre que las escenas de seducción que sus pacientes relataban, no se basaban en hechos “reales”, sino en fantasías, y que éstas encubrían manifestaciones espontáneas de la actividad sexual infantil. De este modo se abandona el énfasis del elemento traumático en dichas experiencias tempranas, y se altera el concepto del mecanismo de los síntomas histéricos, “los cuales no se me aparecieron ya como derivaciones directas de recuerdos reprimidos de experiencias sexuales infantiles, pues entre ellos y las impresiones infantiles vinieron ahora a interpolarse las fantasías mnémicas de los enfermos…fantasías éstas que, por un lado aparecían construidas sobre la base y con los materiales de los recuerdos infantiles y –por otro- se convertían en síntomas.”
Así, las influencias accidentales de la sexualidad fueron abriendo paso al concepto de represión, lo que se reprime es la sexualidad en tanto infantil y traumática, una sexualidad cuyas características temporales Freud pondrá de relieve: un primer tiempo en el que irrumpe la sexualidad “demasiado temprano” en un sujeto infantil “inocente”: Se produce una excitación sexual en una época en que su elaboración simbólica es imposible, y quedará, por lo tanto, sin tramitar –a causa de la inmadurez sexual del sujeto- hasta un segundo tiempo, luego de la pubertad, en el que el sujeto –maduro sexualmente- adquirirá una nueva estructura de significación, desde la cual re-leerá aquellas primeras experiencias y reinterpretará a posteriori el tiempo y el espacio ligándolo asociativamente con nuevas representaciones. Hasta aquí, la fantasía, entonces, articula –según su propia lógica inconsciente-, un tiempo y un espacio, selecciona territorios y elabora (nachträglich) una historia de vida para el sujeto.
FANTASÍA Y DESEO
En “El Proyecto de psicología para neurólogos” Freud había concebido un momento mítico de escisión entre la satisfacción de la necesidad y la realización del deseo, momento de desdoblamiento del hambre y la sexualidad, en el que la pulsión sexual se separa de las funciones no sexuales que la apuntalaban – por ejemplo la alimentaria- . Allí, se pierde el objeto real (el del hambre: la leche) y se constituye la pulsión en tanto auto-erótica, implicando una zona del cuerpo -no obstante no hay interpretación psíquica de lo que allí ocurre-, surgiendo la fantasía por medio de la cual el infans revive alucinatoriamente aquella experiencia de satisfacción original, e intenta recuperar el objeto asociado con aquella vivencia temprana. Dicho movimiento que tiende una y otra vez al reencuentro con el objeto será denominado realización de deseo.
La fantasía, entonces, tiene su origen en ese tiempo reflexivo de la pulsión que se vuelve contra sí misma, el tiempo del autoerotismo, provocando la separación entre la sexualidad –el deseo – y la necesidad. Así, la fantasía será la escena donde aparece del deseo. En este caso, la fantasía, sostiene un argumento para pensar esa pérdida de objeto y una estrategia posible para su “reencuentro”.
En “Tres Ensayos para una teoría sexual” Freud aclara que hay tres fases de la masturbación: la primera es de la lactancia, la segunda aparece hacia el cuarto año de vida y la tercera es la de la pubertad. Dice: “La segunda deja tras de sí huellas inconscientes en la memoria de la persona”. En cambio no existe tal memoria en la primera fase. En “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad” señala al respecto, que la masturbación de la lactancia es un acto auto-erótico destinado a ganar el placer de una zona erógena, sin ser ligada psíquicamente. Más tarde esa acción se articula a una representación de deseo tomada del Complejo de Edipo: “el acto masturbatorio se compuso en dos fragmentos: la convocación de la fantasía y la operación activa de autosatisfacción…Cuando luego la persona renuncia a esta clase de satisfacción masturbatoria fantaseada, la fantasía deviene inconsciente”.
Entonces, en la fase fálica, una parte del cuerpo que goza se articula a una trama simbólica –la fantasía- que se extrae del Edipo, simbolizando a posteriori aquella masturbación auto-erótica y entrando así en el funcionamiento psíquico. Articulado con lo que se ha venido apuntando, -la fantasía como una historia y un argumento de vida, como estrategia de re-encuentro con el objeto perdido-, ahora la fantasía da lugar a los otros, para orientar una búsqueda.
LA FANTASÍA Y EL OBJETO.
Reflexionemos entonces acerca de las particularidades del tiempo y del objeto en relación a la estructura de la fantasía. El ordenamiento temporal característico del funcionamiento de la estructura psíquica (en las neurosis) se conceptualiza como nachträglich: en su movimiento el mundo se significa a partir de la inscripción de dos representaciones, dos escenas: una primera que no se inscribe sin la retroacción de la segunda sobre la primera. Segunda escena a la vez facilitada –vía la fantasía- por la eficacia de la primera. Asimismo, el objeto perdido no se inscribe –en tanto tal- sino a partir del objeto fantaseado (el objeto interiorizado que surge separando la necesidad y el deseo) que “hace las veces” del objeto perdido pulsional. De este modo, lo psíquico opera a partir de la diferencia entre el objeto hallado-fantaseado y el buscado, ya irremediablemente perdido. Esta diferencia es lo que pone en movimiento al aparato.
Así también, desde la fase fálica –mediante la fantasía que se extrae del Complejo de Edipo- el sujeto simboliza a posteriori la masturbación autoerótica de una etapa lógicamente anterior.
Es decir que el funcionamiento temporal nachträglich está sostenido por la fantasía. Esta opera imprimiéndole movimiento al tiempo, dinamizando una historia, tejiendo una trama simbólica en la que se inscribe la verdad del sujeto. Este movimiento deriva del apuntalamiento del deseo en las necesidades, que impulsa al infans a buscar una y otra vez la causa de su deseo, a pesar que esa primera y mítica satisfacción plena de su necesidad está ya perdida. Por lo tanto, esa separación que inaugura la fantasía, instala una satisfacción nunca plena (el objeto que se ha perdido no es el mismo que se trata de reencontrar: el objeto a reencontrar ya no es el objeto del hambre sino su sustituto por desplazamiento -el del deseo-).
Sin embargo, en el mismo movimiento, -entre la necesidad y el deseo, y también a partir del apuntalamiento posibilitado por una madre suficientemente buena- podemos pensar con Winnicott en la inscripción del objeto en tanto potencial.
Los espero en la próxima entrega.
Maestro en Psicoanálisis, psicólogo forense, jurídico y psicólogo criminal