Sepa La Bola

LIBERACIÓN DE INTERNOS

Por Claudia Bolaños

Un hombre sentado en una silla de ruedas ya sin las delanteras, por el desgaste, siendo cargado por algunos otros reos, para poder bajar de su zona de dormitorios, es una imagen que conservo de la casi década que cubrí los reclusorios capitalinos.

La escena viene a mi mente luego del anuncio del presidente Andrés Manuel Lòpez Obrador de la liberación de personas en reclusión, sin sentencia por 10 años, con enfermedades crónico degenerativas y aquellos que hayan sido torturados. Pero también por la reforma que llevará a que en la capital del país las prisiones sean administradas por la Secretaría de Seguridad Ciudadana.

El sistema penitenciario por lo menos en la capital comenzó a rebasarse en el año 2000, con una población en algunos penales era de casi un 90 por ciento.

Las historias de las que fui testigo durante mi labor periodística en ese ámbito fueron de más injusticias y delitos al interior de esos penales, y otros de diversas entidades que conocí.

Ese hombre de la silla de ruedas tenía que moverse a través de la caridad de los otros internos que lo ayudaban a trasladarse. Llevaba años en esa silla, pero había otros también en situaciones inhumanas, enfermos de cáncer u otras crónicodegenrativas, esperando un milagro para recibir la debida atención.

Celebro la liberación de todas esas personas, porque más allá de sus sanciones, su derecho a la salud debe prevalecer y en esos espacios no se da, como en muchos casos tampoco estando en libertad.

Un chico acusado de matar a sus padres, en prisión, no recibió la atención pronta que requería, y el cáncer en uno de sus testículos se extendió. Habrá quien piense que es justicia divina, pero en el caso de la justicia del hombre, de las leyes del hombre, él debía ser atendido por el Estado.

En administraciones pasadas la corrupción y violencia llegó a tal punto que generó una total falta de readaptación social que antes era la finalidad de esos centros.

En la Penitenciaria Varonil la pobreza y las adicciones generaban situaciones burdas, como el que algunos reos se dejaran golpear el rostro por un pesol, para comprar una grapa de cocaína de 5 pesos. Otros sin ser homosexuales vendían sexo oral por unas monedas, porque su dignidad se les fue diluyendo tras las rejas. Zapatos confeccionados con lazos y cartón, también me tocó ver.

Por eso veo con interés el que se busque un cambio en esta población privada de su libertad, donde tras ser ingresada ha sido objeto de corrupción, como el pase de lista diario en el que deben entregar cantidades distintas, según el sapo es la pedrada, y que vadesde los 10 pèsos a más diariamente.

¿Cambiará todo eso? Sepa la Bola embargo pero es importante recordar que precisamente la saturación de los penales capitalinos se dio justamente en el periodo del entonces jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, a través del modelo de cero tolerancia conocido como el de “ventanas rotas”, para lo cual se contrató a Rudolp Giulliani, y bajo las órdenes de Marcelo Ebrard, entonces secretariao de Seguridad Pùblica, se endureció a la policía preventiva, a la vez que se premiaba con bonos extras sw diferentes montos a los uniformados que tuvieran cierta cantidad de aprehensiones. Fue entonces cuando las que detenciones arbitrarias crecieron y la fabricación de delitos.