López Obrador y Marcelo Ebrard

Luis Salomón

El Presidente López Obrador logró conformar una corriente política sustentada en una amplísima mayoría conformada por las clases populares. Formó un movimiento social y se encaminó a plantear un cambio de régimen. Se propuso, con su equipo, realizar una verdadera revolución social pacífica a la que llamó la cuarta transformación. Marcelo Ebrard ha sido su aliado durante 23 años, en los que fue su sucesor en el Gobierno de la CDMX.

Luego del triunfo de 2018, incluso se planteó que debiera escribirse una nueva Constitución, pero la realidad política se impuso y poco a poco se enfocó a plantear cambios profundos respaldado en su fuerza política. Así comenzaron las reformas constitucionales para consolidar los programas sociales, para establecer nuevas prioridades en el manejo de los recursos públicos, para enfrentar la crisis de inseguridad y, al mismo tiempo, inició acciones para consolidar el control político de todo tipo de organizaciones sociales y políticas que pudieran agitarse.

El resultado luego de más de cuatro años es el Presidente más fuerte políticamente en muchas décadas y un cambio constitucional respaldado por una amplia mayoría. Y además el control férreo de su movimiento social, de los gobernadores, de las cámaras y la influencia contundente en centrales obreras, sindicatos, y otros partidos, lo que le permite entrar a la recta final de su mandato con espacios de operación muy amplios.

Además imprimió su signo a la política exterior manteniendo una sólida posición en el exterior encabezada por su Canciller.

Con esa perspectiva de control, adelantó el proceso para encontrar a su sucesor y planteó una agenda a la que el país somete su atención cotidiana. Decimos todo esto, para comprender, de mejor manera, la siguiente etapa de este cambio de régimen. El diseño de este nuevo periodo es quizá el aspecto táctico más importante ahora mismo en palacio nacional, junto al proyecto de una transición de terciopelo encaminada entregar el poder a un compañero que tenga prácticamente ganada la elección gracias al capital político presidencial, con todo lo que eso significa.

Cuál es el marco de esa segunda etapa, cabe preguntarse. Marcelo Ebrard, sin duda el más capaz y experimentado de quienes pretenden ser candidatos a Presidente, sabe muy bien qué hacer en esta segunda etapa y lo explica en su libro: El camino de México. El texto es un mensaje dirigido a la población, pero con un destinatario de calidad: el Presidente. En su obra afirma que México está destinado a la grandeza con la oportunidad de oro para aprovechar los siguientes diez años para dar un salto en la calidad de vida para los mexicanos. Plantea seguir en la ruta de reducir la pobreza, reforzar los programas sociales y emprender una política progresista hacia el estado de bienestar.

La reacción de sus competidores ante una propuesta honesta, ha sido vacía; y no fue sino hasta hace algunos días, cuando su partido convocó a un grupo, para escribir una suerte de compromisos políticos a seguir. Pero independientemente de los postulados ideológicos o programáticos, que surjan, nadie como Marcelo Ebrard sabe cómo consolidar el cambio dandole un nuevo impulso. Es el único que tiene un capital político propio que aportar al movimiento ampliando así la base de sustento, no solamente para ganar la presidencia, sino para contar con las mayorías en las cámaras, necesarias para continuar con un cambio histórico. Él conoce los límites reales a los cambios, sabe muy bien hasta dónde puede llegar, lidiando tanto con los factores de poder internos, como los del exterior. Su visión de estado es garantía de estabilidad reconocida por propios y extraños.

Desde Palacio Nacional el Presidente se encamina a conformar un pacto interno que respalde a su candidato, garantizando un modelo incluyente con las fuerzas que le apoyaron. Por eso ha dicho que conducirá el proceso evitando fracturas. Y otra vez, es Ebrard quién garantiza estas condiciones de inclusión para todos los actores, que si bien ahora están en papel de contienda, en pocos meses estarán enfocados a encomiendas específicas con perspectivas positivas. Es garantía, dada su trayectoria probada de cumplir con los compromisos como por su capacidad y lealtad política, acreditada a lo largo de décadas.

Así que a menos que los círculos de infierno se estrechen expulsando a los demonios a la escena, el proceso de sucesión debe seguir la lógica de que el cambio de régimen, el fortalecimiento del movimiento y la grandeza de México vayan de la mano del candidato primero y luego Presidente Marcelo Ebrard.