ANDREA MENDOZA
Al igual que el entonces gobernador del estado de México, Marcelo Ebrard fue invitado a un foro en un hotel del paseo de la reforma. Era martes 25 de mayo de 2010. Tarde calurosa.
Todo transcurría con normalidad. Habló el mexiquense luego vendría el turno para el gobernante de la capital del país. Ambos expusieron sus visiones acerca del futuro que vendría en los años próximos.
Los matices hay que ponerlos. Una diferencia abismal. Un discurso viejo acartonado a ratos cansino muy al estilo priista de los años caciquiles. Mucha alegoría, pero sin ideas claras. Puro rollo dirían los chavos.
El de Marcelo fue directo, de lo general a lo particular. Los problemas del país y de la ciudad cómo aplicarse para solucionarlos; si no ponerles fin si encausarlos con acciones que involucraran a los ciudadanos.
En coincidencia con el tiempo, una pareja con un niño seis años en brazo avanzó rumbo al escenario principal gritando para llamar la atención de los políticos. Uno de la izquierda moderna y el otro, ensimismado a no perder el estilo acartonado de actuar, simular.
El hombre que sostenía al menor pedía auxilio para atender de una operación grave a su hijo que traían desde Baja California.
Marcelo no esperó, se incorporó y dejó el evento de lado. Avanzó hacia el matrimonio y los tomó del brazo y se dirigieron a la salida del hotel.
En la lateral de Reforma, el responsable de comunicación social dispuso que una camioneta que se usaba en labores de oficina en esa instancia, fuera el vehículo que trasladara al Jefe de Gobierno, a los padres y el niño al hospital pediátrico de Coyoacán.
En el trayecto Marcelo llamó al entonces secretario de Salud para que se dispusiera una atención pronta al menor y se valorara el estado de salud.
Rumbo al hospital el jefe de gobierno fue seguido por el microbús que transportaba a los periodistas de los diversos medios de comunicación, quienes intrigados observaban el desplante humanitario del político capitalino.
A la mayoría de ellos, les llamó la atención como Marcelo, en medio del pasmo de los demás mandatarios presentes en el foro sobre Reforma Penal, se puso de pie y atendió a la pareja con un niño en brazos.
En el trayecto, amistoso, el gobernante explicaba a los afligidos padres que no se mortificaran pues el pediátrico de Coyoacán era de primera y que su hijo estaría desde ahora en buenas manos hasta mejorar.
Seguramente Marcelo vio en el pequeño Camerik Kaleb a cualquiera de sus aún menores hijos.
Ya en el hospital, América Samaniego y Carlos Zwittag progenitores del menor hablaron con los medios y aprovecharon para agradecer al Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, su sensibilidad y atenciones, mismas que no hallaron en Mexicali.